Cómo se construye la ciencia digna en
tiempos indignos. A luta contra los agrotòxicos.
Agrotóxicos en Argentina: “Están
dañando el territorio, la genética y el futuro”
Resumen Latinoamericano/Mu, 17 de julio de 2015 –
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Seveso es médica especialista en Terapia
Intensiva y en Terapéutica Farmacológica, entre otras cosas, y siempre trabajó
con adultos. Primero en el servicio de terapia intensiva del Hospital Perrando,
en Resistencia. Luego se radicó en Presidencia Roque Sáenz Peña (segunda ciudad
más poblada del Chaco), donde dirigió el Servicio de Terapia del Hospital 4 de
Junio, del cual actualmente es miembro del Comité de Bioética. Además, integra
el Consejo de Bioética de la provincia del Chaco y forma parte de la Red de
Salud Popular doctor Ramón Carrillo, una organización que desde hace años
acompaña el reclamo de los pueblos fumigados. Su caso es similar al de otros
profesionales de la salud con las antenas paradas: una médica intensivista que
empezó a notar cosas raras. “Insuficiencias renales, deformidades físicas, y
después los cánceres – enumera-. Recibía personas que tenían enfermedades
gravísimas: unos entraban en coma, otros con insuficiencia respiratoria, y no
tenían un diagnóstico, pero la enfermedad había evolucionado muy rápidamente.
¿Qué estaba pasando entonces? Había algo que aceleraba los procesos”. Seveso
comenzó una investigación digna de cualquier serie norteamericana, con las herramientas
que tenía a mano: recurrió al sistema de datos del servicio de terapia
intensiva del Hospital 4 de Junio (centro de salud pública de referencia de la
mitad de la población del interior del Chaco) para ver qué decían esos números.
Cuenta:– “En la base de datos de pacientes internados se registraba un número
importante de mujeres con patología del embarazo y puerperio”.– “Predominaban
las que tenían complicaciones graves derivadas de la hipertensión inducida por
el embarazo”.– “En el año 2007 aumentaron en tal magnitud que igualaron a la
suma de los últimos 5 años anteriores. En ese año la siembra de soja
transgénica fue la más importante y así también las fumigaciones”.– “Comenzamos
a sospechar que había una relación, al igual que con otras enfermedades como
cáncer en personas más jóvenes y con evolución tórpida, enfermedades
neurológicas, respiratorias, etc.”– “En ese momento nos acercan la estadística
de neonatos con malformaciones que provienen de la misma región y que
triplicaban los datos de otros servicios de zonas no fumigadas”.– En la
actualidad, dice, la multiplicación es mayor.– Según los parámetros de la
normalidad, el 10% de las mujeres embarazadas puede tener esta problemática. En
el Hospital 4 de Junio, “de 10 que llegaban a Tocoginecología, 4 eran casos con
hipertensión inducida por el embarazo”. Es decir, el 40 por ciento.Seveso
cuenta que la hipertensión durante el embarazo es una enfermedad sistémica, que
enferma a los vasos y afecta a todos los órganos, y que produce nacimientos de
bebés en condiciones críticas: neonatos con bajo peso, puede haber
desprendimiento de placentas, corre riesgo la vida de la madre y el niño.
Hay que imaginarse a María del Carmen Seveso, metro cincuenta de estatura, andando por los pueblos del interior del Chaco, visitando los lugares de donde llegaban sus pacientes enfermos para atar los cabos sueltos: “Se sumaba a nuestra sospecha que en los pueblos, cuando hablábamos con el personal de salud -entre ellos médicos, agentes sanitarios- nos decían que el problema que tenían era que las embarazadas presentaban hipertensión”. Es decir, la tendencia que notaban en el hospital también la constató en los lugares que visitaba. ¿Cómo comprobar si esa tendencia estaba relacionada con los agrotóxicos? No contaban con laboratorios. “Justo en ese momento nos llega un informe de una investigación realizada en Colombia por el doctor Jaime Altamar Ríos que mencionaba que los herbicidas que se utilizan actualmente provocan los mismos cambios endócrinos y hormonales que se describen en estos embarazos”.
Eureka. Discapacidad
transgénica
Luego
llegaron las evidencias científicas. “Hasta entonces no había muchas
investigaciones publicadas, pero luego se pudo acceder a publicaciones de todas
partes del mundo y de nuestro país que informan sobre investigaciones que
demuestran que todos estos productos biocidas son los responsables del cambio
en el número de autismo, obesidad, problemas de aprendizaje”, dice Seveso. Su conclusión es contundente: “Todo
esto nos hace pensar que ya no tenemos que preguntarnos si estas enfermedades
son causadas por el envenenamiento del medio ambiente y la calidad de la
alimentación, sino al revés: tendríamos que preguntarnos qué enfermedad no es
causada por esto”. Otro dato escalofriante: la doctora Seveso conecta la
cantidad alarmante de escuelas para jóvenes discapacitados que hay en Chaco con
esta exposición crónica a los biocidas, término que refiere al paquete de
semillas transgénicas y agrotóxicos.En la actualidad son cuarenta las escuelas
públicas, distribuidas en distintas localidades, y en las ciudades más grandes
hay muchas más instituciones privadas. “Donde yo vivo, con una población de
89.800 habitantes hay aproximadamente 7 escuelas privadas y concentran una
matrícula de 700 niños con capacidades diferentes”, cuenta Seveso. Y razona:
“Si conectamos este dato al nuevo modelo de siembra, se entiende por qué hace
10 años la cifra de matriculados, en Sáenz Peña y en ese tipo de escuelas, era
sólo de 100. Es decir, 7 veces menor”. Concluye con otro dato clave: “Los niños
provienen de zonas fumigadas, prácticamente sin excepción”.
El mapa del cáncer
Durante el 2011 la doctora Seveso
formó parte de un equipo de investigación encabezado por Mirta Liliana Ramírez,
geógrafa, encargado de relevar las condiciones epidemiológicas de los
departamentos de Bermejo, Independencia y Tapenagá, de la provincia del Chaco.
Los resultados son contundentes: – En la localidad de Napenay (1.960
habitantes) el 38,9% declaró haber tenido en los últimos 10 años algún familiar
con cáncer.– En Avia Terai (5.446) el porcentaje era de 31,3%.– En La Leonesa (
8.420), el 27,4% tuvo un familiar con cáncer. – En Campo Largo, el 29,8%. – En
otros pueblos testigos que fueron encuestados y que son ganaderos - Charadai y
Cotelai - las respuestas positivas bajaron: sólo el 5 y el 3 %.El informe
también resaltaba el “alto grado de inequidad” observado al analizar la
exposición a los agrotóxicos: “Se observa una exposición desigual en los
residentes de las zonas rurales y urbanas, en los diferentes estratos
económicos de las zonas urbanas, entre los hombres y las mujeres, y los
trabajadores del sector formal e informal; y en particular, los niños y los
ancianos”. Seveso lo traduce a la realidad chaqueña: “Hay mucha gente muy pobre.
La mayoría no tiene agua potable y se abastecen de los pozos y de aljibes, que
es agua contaminada con agrotóxicos. Bañan a los bebés con esa agua, y la
toman, porque no tienen ni para comprar un bidón. Son los más vulnerables”,
reitera.
Lo insostenibile
El diagnóstico de la doctora Seveso
culmina en un razonamiento elemental, básico a toda ciencia: “En un sistema
sano todo está regulado. Es un tipo de sistema que, cuando hay una disrupción,
funciona mal. Es como cuando vos alterás algo del sistema operativo de una
computadora: se para, o se cuelga, o se te mete un virus. En síntesis: funciona
mal. En un sistema de equilibrio perfecto, este tipo de alteraciones que
representan los biotóxicos logran romperlo, porque son disruptivas. Los venenos
estos, todos, son productos diseñados para matar la vida”.¿En qué etapa estamos
ahora? “Estamos en una etapa en que la difusión está: la gente sabe de qué
estamos hablando. Los políticos también. Entonces, cuando haya necesariamente
un cambio por lo insostenible de este discurso, ellos van a ser solidariamente
responsables por su negligencia. Esto recién empieza. Van a tener que pagar. Me
duele mucho que los organismos de derechos humanos no asuman esto como una
transgresión a esos derechos, en su máxima expresión: están dañando el
territorio, la genética y el futuro. Y si no hacemos algo, va a ser cada vez
peor. Porque en el futuro van a venir nuevas biotecnologías y nos va a resultar
muy difícil identificarlas. Y hasta que eso ocurra ya habrán hecho aún más daño;
tendremos que empezar a investigar de nuevo. ¿Viste esas películas de la
devastación? Va a ser así algo así. En medio de esta postal desoladora, ¿qué
representa la ciencia digna? No me considero científica. Yo soy de trinchera,
trabajé con lo que muestran los pacientes y fui al lugar donde se enfermaban
para entender qué pasaba. Creo que la ciencia digna es eso: tratar de explicar
que pasó y que pasa con la sociedad en el momento en que te toca actuar. ¿Es
posible que la ciencia hoy juegue ese rol? Te tendría que definir primero a la
otra ciencia: la ciencia adicta al poder, la ciencia hegemónica que siempre
dijo lo que al poder le interesaba que diga, la ciencia al servicio de las
corporaciones, siempre con la complicidad de los Estados. Las universidades públicas
investigan hoy con fondos de Monsanto y de las farmacéuticas. ¿A quién le sirve
eso? Creo que la ciencia digna es Andrés Carrasco, que investigó y descubrió al
monstruo: el glifosato. Lo dijo públicamente y murió peleando por eso. Y quizás
sea un poco ese nuestro destino: pelear hasta morir, porque ya somos grandes”.
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